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-La realidad es un elefante que no podemos mover. Ninguno de nosotros -manifestó Halverson-. Simplemente está ahí y es lo que es. Los enfermos mentales no creen en este hecho. Llega un momento en que se enfadan mucho porque la realidad no cede aunque ellos quieran. No les proporciona amor cuando mas lo necesitan. No se desvía de su camino para consolarlos o protegerlos de algún daño.
Raj sintió un ligero sobresalto. Por instante creyó que Halverson había dicho que la realidad no era Molly.
Halverson continuó.
-Cuando alguien está muy enojado con la realidad, finge que no existe. Corre hacia los bosques de su fantasía y se lame las heridas bajo los árboles. Su decepción es profunda y trágica, y estar completamente solo es aterrador, pero se acostumbran. No tiene otra salida.
Halverson se interrumpió y removió el tabaco de la cazoleta de su pipa con una varilla de acero. Con aquella barba entrecana se parecía de forma asombrosa a un viejo y triste simio.
Raj podría haber dimitido allí mismo y en aquel mismo instante, pero quería reírse. En concreto, quería reírse del elefante de Halverson, pues era un fraude enorme, una antigualla, una excusa para no mirar nunca detrás de la cortina.
-¿Qué me diría si le demostrara que está equivocado? -preguntó Raj cuando Haverson hubo terminado.
-¿Y cómo pretendes hacerlo? -replicó Haverson con impaciencia.
-Enfrentándome a ello. Consiguiendo que la realidad sea distinta....